lunes, 13 de septiembre de 2010

¡QUIÉN COSECHA RECOGE!


En la medida que crecemos, crecen también nuestros ideales, y después de los juegos y los cuentos vienen otras etapas donde nuestras aspiraciones son mayores: los estudios, profesión, primeros amores, formar una familia, la casa, el coche y, quizás lo último los hijos.

Hacemos una jerarquía de valores y nuestro corazón se llena de cosas, de prioridades caducas que según van llenándolo las vamos arrinconando y desechando. Pero, ¡eso es lo más importante!, y todo queda supeditado al logro de esas cosas. Lo demás, la vida, el principal fin de nuestro proyecto de amor tiene que esperar, porque primero es conseguir las cosas donde creemos está la felicidad.

Y así nos implicamos en trabajar y en alejarnos el uno del otro. Apenas nos vemos y sólo dormimos juntos de vez en cuando. Después de un largo tiempo, si estamos todavía junto, igual pensamos en los hijos, pero ya se hace un poco tarde. Nuestro egoísmo, aparentemente fuente de felicidad, nos enseña los dientes y empezamos a pensar que quizás nos hayamos equivocado.

Para entonces, nuestro estilo de vida y lo que transmitimos es trabajo y egoísmo. Sólo hemos pensado en tener y, si algún hijo ha venido cuando, a nuestro juicio, hemos creído satisfacer todo lo demás, el testimonio recibido es más de lo mismo. Luego, llegado el tiempo de la cosecha nos daremos cuenta que no podremos recoger frutos buenos cuando lo que hemos cosechado son frutos malos.

Al final, terminaremos en un asilo y todo lo conseguido pasará a otros. Todo lo construido ha sido sobre arena y tierra movediza, y llegada la tormenta de la vejez, todo ha quedado destruido. Los frutos cosechados son los que hemos cultivado, y el dolor y sufrimiento nos predispone, si nos damos cuenta, a purificarnos de tanta basura.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.

Tu comentario se hace importante y necesario.