Mt 5,13-16: Ustedes son la luz del mundo... |
¿Y dónde están?, porque esa es la condición que Jesús nos ha solicitado: ...Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras
buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos».
Lo sabemos, lo sé. Sin obras mis palabras suenan a hueco, no tienen credibilidad ni inspiran confianza. Son palabras que no convencen, al contrario confunden y desvirtúan la realidad. Lo debo pensar bien, porque lo que no convence, desconvence; lo que no aclara, enturbia. Sería mejor quedar callado y permanecer oculto, pues de esa forma no escandalizaría ni alejaría.
Si nuestras obras no son consecuencia de nuestra fe sino de nuestros apegos e intereses. Es decir, no de lo que nos propone Jesús, sino de lo que nos proponemos nosotros mismos, la Luz de Jesús no pasará a través de nuestras palabras, ni salará la tierra.
Son nuestras acciones, resultado de en quien creemos y confiamos, las que darán consistencia y veracidad a nuestras palabras, y transmitirán el mensaje del Señor. Se trata de ser luz y sal, pero no solo de palabra, sino también en y con nuestra propia vida.
Si hablo del amor, esa vivencia solo se hará luz cuando se haga vida en la vida junto a los demás. Si no es así, sonará muy bonito, como aquí en este blog, pero no se hará luz ni sal, y para nada servirá. Nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres.
Por eso, Señor, alumbra mi vida, dame la sabiduría y la fortaleza necesaria para que cada palabra que mi boca pronuncie en tu Nombre, se haga vida, por amor y en el amor, en mi vida. Amén.
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