- Marcos 7, 31- 37. Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y ...
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despierta en nosotros el activismo, pues quietos difícilmente alcanzaremos la sanación. Hay que pedir, hay que moverse y, puestos en camino, alcanzar la Fuente de salvación. Así, muchos movidos por el interés de su propia salvación buscan a Jesús, pero lo buscan porque han oído que sana y hace verdaderos prodigios.
Por eso somos seres limitados y muy necesitados. Y en esa necesidad, es decir, en la pobreza, se esconde la clave de nuestra salvación: la necesitamos para despertar inquietud, para caminar hacia la Fuente de salvación, para... ¡De ahí la dicha de ser pobre! Y, evidentemente, para ser pobre necesito ser antes humilde, porque la soberbia está reñida con la pobreza.
Muchos pobres son ricos, pues la pobreza no consiste en tener o no tener, sino en saberse pequeño, limitado y salvado por el Padre Dios que nos quiere y busca en Jesús, el Hijo predilecto y amado, nuestra salvación.
Es bueno estar inquieto y no quedarse en la inquietud sino buscar y moverse aunque sea por propio interés, pero sería engañarse pedir solo la curación física y corporal, porque nuestro cuerpo es finito, tiene fecha de caducidad y aunque sea curado hoy, mañana volverá a enfermar.
Jesús, que busca nuestra total salvación, de cuerpo y alma, utiliza nuestra sanación corporal para despertar en nosotros la esperanza y el deseo de alcanzar la salvación eterna. ¡Esa es nuestra mayor aspiración, alcanzar la plenitud gozosa de la vida eterna en la presencia del Padre que nos colma de toda necesidad!
Por eso, ante una súplica de curación, Jesús responde, atiende, sana y cura, pero sus intenciones van más allá, busca que despertemos a la verdadera salvación: "La Vida de la Gracia", porque esa es Eterna y dichosa.
Padre del Cielo, por los méritos de tu Hijo Jesús, danos la sabiduría de encontrar la curación verdadera, aquella que nos dará la Vida Eterna en tu presencia. Amén.
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