(Mt 6,19-23) |
Es la consigna que nos proponen nuestros padres y amigos: ¡Tengan cuidado y cuídesen! Todos nuestros esfuerzos van dirigidos a protegernos y a tener todas nuestras cosas de valor a buen recaudo. Por eso, existen cajas fuertes con máxima seguridad; Bancos, cajas fuertes donde depositar tus objetos de valor y dinero; pólizas de seguros, agentes de seguridad... etc. Todo aquello que preciamos y le damos valor, lo ponemos bajo ciertas medidas extremas de seguridad.
Sin embargo, lo que no nos parece de gran importancia, lo dejamos departiendo y no le prestamos gran cuidado. Y la paradoja de la vida es que prestamos más atención a los objetos y valores caducos que a los eternos. Guardamos las cosas más efímeras, perecederas que terminarán destruidas por el herrumbre y la polilla, o ambicionadas por los ladrones que las socavan y roban.
No podrás evitar ambicionar lo que anida en tu corazón, pues lo que habita en él será lo que persigas y anheles. Así, parados en reflexión unos instantes, veremos con claridad que lo importante no está en las cosas materiales que nos brinda la tierra, sino en el amor eterno que el Padre Dios nos da. Es ese el tesoro verdadero que debemos ambicionar, porque nos dará vida y felicidad eterna.
Y de eso es lo que interesa llenar nuestro corazón. Frecuentar, a diario si es posible, la Eucaristía y con relativa frecuencia la Penitencia, son las armas que nos ayudaran a mantenernos despiertos y fortalecidos para que nuestro tesoro sea el perdurable y eterno
Y de eso es lo que interesa llenar nuestro corazón. Frecuentar, a diario si es posible, la Eucaristía y con relativa frecuencia la Penitencia, son las armas que nos ayudaran a mantenernos despiertos y fortalecidos para que nuestro tesoro sea el perdurable y eterno
Por lo tanto, busquemos la Luz que nos alumbre el camino, y para ello llenemos nuestro corazón de ese Tesoro que vale la pena buscar: El Amor de Dios, porque donde hay verdadero amor se hace claridad y se encuentra el camino.
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