(Lc 1,57-66.80) |
Muchas veces, por no decir casi siempre, esperamos que el Señor nos solucione nuestros problemas. Olvidamos que hemos recibidos unos talentos y la libertad de negociar con ellos. El Señor espera de cada uno de nosotros que los pongamos a producir y que den frutos.
Y esa es nuestra responsabilidad y nuestro riesgo. Tenemos que responder a la gratuidad del Señor, que nos regala la vida y las cualidades que tenemos, para ponerlas al servicio de la comunidad. ¿Y qué hacemos? Posiblemente nos las guardamos para nuestro provecho o no las utilizamos como deberíamos.
La fe invita a responder, a dar el primer paso una vez el Señor nos señala el camino que espera de nosotros. Eso fue lo que hizo Zacarías, responder a la Voluntad del Señor a pesar de sus ideas y dudas. Y la respuesta del Señor es clara: su boca, silenciada por la duda recobra su voz como prueba de su amor y fidelidad a obedecerle.
Nuestra libertad tiene un riesgo y una responsabilidad. Saberse elegido por el Señor para hacer su Voluntad es la misión y la gloria más grande que un hombre puede alcanzar. Y ese camino debemos recorrerlo sin miedos, sin temores a fracasar, porque el Espíritu Santo nos acompaña. Sólo debemos ponernos en camino, como Zacarías, Isabel, María, Juan... y el Señor nos responderá.
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