(Lc 9,18-24) |
Esa es la pregunta que hoy nos lanza la Palabra de Dios: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Y busca una respuesta en ti. No se trata de saber qué es lo que la gente dice y cree, sino lo que crees tú. Y tu respuesta, como también la mía, debe ser coherente.
Si decimos que Jesús es el Hijo de Dios verdadero, debemos ser consecuente y vivir a su estilo y según su Voluntad. Hacer otra vida diferente a la suya es decir que no, o mentir si decimos que sí. Y vivir a media, con un lado de nuestro corazón en Jesús y el otro en el mundo, es también no decir la verdad y vivir hipócritamente.
Ser creyente responsable y comprometido significa vivir contra corriente. Vivir enfrentado desde la paz y la serenidad a los criterios de un mundo hedonista, acomodado, egoísta e individualista. Jesús habla muy claro, para ser entendido por todos: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos,
los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer
día». Decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí
mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su
vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará».
Signos de creer en Jesús es encontrar tropiezos en el camino. No es que los busquemos y queramos, sino que la forma de vivir el amor nos lo ocasiona. Por eso, cuando nuestra cruz se hace pesada es señal de que vamos haciendo vida el mensaje de Jesús. Y experimentaremos que también se hace soportable, ligera y hasta suave. Eso sorprende a los que buscan la ligereza, la soportabilidad y suavidad en las cosas de este mundo, pues experimentan que cada vez se hacen más pesadas.
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