En muchos momentos de nuestra vida se piensa que un paso atrás es bueno para luego dar dos hacia adelante. Es decir, a veces se hace necesario perder para luego ganar. La vida se mide por las ganancias y, al parecer, lo que le interesa al hombre es ganar. Ganar en todos los órdenes de la vida.
Sin embargo, aquel que se ama a sí mismo, se pierde, dice Jesús. Y, por el contrario, quien se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. Diríamos que el cristiano creyente y seguidor de Jesús está siempre dispuesto a perder. Él se guarda el último lugar y hasta se olvida de sí mismo.
Morir a las apetencias, privilegios, intereses y comodidades de esta vida, para servir y entregarse a los demás. Se hace difícil comprenderlo y duro vivirlo. Es una lucha constante contra nosotros mismos y los ambientes que nos provocan y tratan se someternos. Pero ese es el camino, morir a nosotros mismos.
Lo bueno cuesta, y si no costara no sería bueno. Cuanto más la vida eterna y feliz que todos buscamos. No es el camino que el mundo nos ofrece el que conduce a la Vida, sino el camino de Cruz que Jesús nos propone: "morir como el grano de trigo para dar fruto".
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