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(Mt 16,13-20) |
Una pregunta difícil de responder, primero, porque nuestra mente no está al alcance ni a la altura de poder comprender la identidad divina de Jesús, y segunda, porque sólo desde la fe apoyada en la revelación de Jesús y la proclamación y testimonios de la Iglesia sustentada en la cátedra de Pedro, podemos afirmar que Jesús es el único y verdadero Hijo de Dios.
Sin lugar a duda que aquella afirmación de Pedro a la pregunta de Jesús era la señal de su elección, por la Gracia del Padre, a ser escogido como piedra donde sustentar su Iglesia, y así lo proclama: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto
la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi
vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia,
y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las
llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado
en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los
cielos».
Es muy hermoso descubrirnos hijos de esta Iglesia, por el Bautismo, y ser aceptados, por la Gracia de Dios, para injertados en el Espíritu Santo, peregrinar junto a los hermanos hacia la Casa del Padre. Experimentar que la Iglesia, con Pedro a la Cabeza e injertados en Xto. Jesús, nos limpia de todo pecado y nos, por los méritos de la Pasión de nuestro Señor, salva de la esclavitud del pecado y de la muerte.
Damos gracia al Padre por el regalo inefable de su Hijo Predilecto que, entregando su vida, rescata la nuestra para la plenitud gozosa y eterna. Amén.
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