No era un nacimiento más sino que estaba escrito y pensado por Dios, el
Padre Eterno: "Y tú, Belén, tierra de Judea, no
eres ni mucho menos la última de la ciudades de Judea; pues de ti saldrá un
jefe que será el pastor de mi pueblo Israel".
Y también, porque no expresarlo, los que participamos eucarísticamente, que dejamos toda nuestra fe para sólo esos momentos. Pidamos al Señor responder a nuestro compromiso de bautismo más coherentemente tanto de palabra como de obras.
Comprometerse y responder a la fe exige esfuerzo. Un esfuerzo como el que nos presenta hoy el Evangelio con los reyes magos. No es fácil salir de tus comodidades, de tu territorio, de tus dominios y aventurarte en tierra extraña en la búsqueda de alguien que no ofrece aparentemente seguridades. Exponerte a perder tus propias seguridades exige dejar al descubierto tu fe y probarla.
Entiendes que es incómodo, arriesgado, molesto y hasta preocupante salir al encuentro del Señor. Exige riesgos, decisiones inseguras que te predisponen a perderlo todo. Sin entender ni saber qué camino seguir y qué hacer. ¡Dios mío, esa es la misión del Espíritu Santo! Confía en Él y, a pesar del sufrimiento de tu propia cruz, déjate llevar. A l final verás la luz, el gozo y la felicidad eterna.
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