(Mt 8,28-34) |
Dios, nuestro Padre, se ha comprometido, por Amor, con la libertad de respetar nuestras decisiones y voluntades. De tal forma que, el hombre tiene poder para parar el poder de Dios, porque así Dios lo ha pensado y lo ha querido. Eso explica muchas cosas, y también el deterioro del mundo.
El hombre quiere gobernarse, y todo lo que toca lo estropea. Estropea la vida; estropea las relaciones humanas; estropea las familias; estropea la paz; acrecienta el hambre, las injusticias, las guerras y aumenta las muertes y la corrupción degenerativa del hombre. Estropea el mundo. A pesar de todo esto, Dios respeta al hombre y sólo le propone su plan. Un plan de amor y de plena felicidad eterna que el hombre se empeña en rechazar.
La historia se repite, protestan por haberle invitados y liberados de la esclavitud de Egipto y prefieren seguir y continuar apegados a sus costumbres materiales y caducas. El hombre, en virtud de la capacidad recibida para elegir, elige de nuevo mal. Elige lo material, la oferta de falsa felicidad que el mundo le ofrece, y se aleja del tesoro de la salvación. Buscan el poder y la riqueza que les permita dominar e imponer sus egos y sus apetencias, y originan enfrentamientos, egoísmos y luchas fratricidas.
El Evangelio de hoy es la pura realidad de lo que ocurre en nuestro mundo de hoy. Se echa a Dios del mundo, de nuestro mundo, y se valora más el valor material de la piara de cerdos. No se escucha la Palabra de Dios, y se prefiere las cosas del mundo. Estamos repitiendo exactamente lo que le ocurrió a Jesús aquel día y en aquel lugar. Le decimos a Jesús que no le queremos; que no se quede entre nosotros. Quitamos los crucifijos de nuestras casas, colegios, y hasta nos atrevemos a profanar los templos. Le pedimos al Señor que nos deje en paz.
Reconocen el poder de Jesús, el Hijo de Dios, pero prefieren la piara y la muerte. ¿No vemos nosotros esta imagen en el mundo que hoy vivimos? ¿No se nos parece este encuentro con muchos que hoy suceden a nuestro derredor? Basta reflexionar un poco y llegamos a esa conclusión, el mundo no quiere que Dios se le acerque.
Y en este contexto, Señor, nosotros queremos proclamar tu Palabra, y testimoniar nuestra fidelidad a la misma hasta el punto de poner nuestra vida en peligro. Nosotros, Señor, te pedimos que nos liberes y nos salve del poder del Maligno y que nos lleves contigo. Nosotros queremos seguirte, Señor y confiar en tu Palabra. Danos, Señor, la Gracia de no separarnos de Ti. Amén.
La historia se repite, protestan por haberle invitados y liberados de la esclavitud de Egipto y prefieren seguir y continuar apegados a sus costumbres materiales y caducas. El hombre, en virtud de la capacidad recibida para elegir, elige de nuevo mal. Elige lo material, la oferta de falsa felicidad que el mundo le ofrece, y se aleja del tesoro de la salvación. Buscan el poder y la riqueza que les permita dominar e imponer sus egos y sus apetencias, y originan enfrentamientos, egoísmos y luchas fratricidas.
El Evangelio de hoy es la pura realidad de lo que ocurre en nuestro mundo de hoy. Se echa a Dios del mundo, de nuestro mundo, y se valora más el valor material de la piara de cerdos. No se escucha la Palabra de Dios, y se prefiere las cosas del mundo. Estamos repitiendo exactamente lo que le ocurrió a Jesús aquel día y en aquel lugar. Le decimos a Jesús que no le queremos; que no se quede entre nosotros. Quitamos los crucifijos de nuestras casas, colegios, y hasta nos atrevemos a profanar los templos. Le pedimos al Señor que nos deje en paz.
Reconocen el poder de Jesús, el Hijo de Dios, pero prefieren la piara y la muerte. ¿No vemos nosotros esta imagen en el mundo que hoy vivimos? ¿No se nos parece este encuentro con muchos que hoy suceden a nuestro derredor? Basta reflexionar un poco y llegamos a esa conclusión, el mundo no quiere que Dios se le acerque.
Y en este contexto, Señor, nosotros queremos proclamar tu Palabra, y testimoniar nuestra fidelidad a la misma hasta el punto de poner nuestra vida en peligro. Nosotros, Señor, te pedimos que nos liberes y nos salve del poder del Maligno y que nos lleves contigo. Nosotros queremos seguirte, Señor y confiar en tu Palabra. Danos, Señor, la Gracia de no separarnos de Ti. Amén.
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