miércoles, 22 de julio de 2015

LA RESURRECCIÓN, FUNDAMENTO DE NUESTRA FE

(Jn 20,1-2.11-18)


La Resurrección es el fundamento de nuestra fe. Si Jesús no ha resucitado vana será nuestra fe. Pero si Jesús Resucitó, tal y como lo proclama María Magdalena, y luego Pedro y Juan, y más tarde los apóstoles, Jesús es el Hijo de Dios Vivo.

Es un error apoyar nuestra fe en ritos, actitudes, tradiciones, y leyes, que nos puedan ayudar. Es un error fundamentar mi fe en razonamientos y principios porque están contaminados y viciados por el pecado, y porque además son limitados e imperfectos.

¿Cómo voy a entender la Voluntad de Dios? ¿Cómo pretendo exigir un Dios a mi medida y gusto? ¿Cómo reclamo un Dios que se adapte a mis ideas, sentimientos y pasiones? ¿Acaso sería entonces Dios? Un Dios que esté al alcance de mi entendimiento y que pueda abarcar con mi mente, dejaría de ser Dios. Dios es ilimitado, Infinito, Inmenso, inefable y está fuera de nuestro alcance. 

Pero se hace cercano, próximo y humano en la Persona del Hijo, de Jesús. En Él se nos revela y manifiesta su Amor; en Él nos descubre su Misericordia y Bondad; en Él nos ofrece la oportunidad de salvación a través de la puerta del Bautismo, que nos limpia, nos renueva y nos hace hombres nuevos renacidos a la Vida de la Gracia.

Hombres nuevos capaces de vencer, por la Gracia de Dios, el pecado, y perseverar en la fe sostenidos en la acción del Espíritu Santo, recibido en el Bautismo, que nos asiste y nos protege contra la amenaza del Maligno. Jesús es el Hijo de Dios hecho Hombre, que ha Resucitado venciendo la muerte, y en Él, nosotros también la venceremos.

Seguramente que no entenderás la grandeza de ese Misterio, ni tampoco todos aquellos que le seguimos, pero la realidad es que Vive porque la Iglesia nos lo avala y nos lo confirma. ¿Cómo podemos fallarle? Se descubre nuestra condición humana y pecadora, y necesitamos la fe para seguir en pie y fiarnos de Él.

Jesús Vive y está entre nosotros. La experiencia de los apóstoles y de muchos más, entre ellos contemporáneos nuestros, nos lo testimonian. A fin de cuenta eso es lo que importa, porque si Vive, nosotros también en Él viviremos.

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