miércoles, 5 de agosto de 2015

CUANDO PIENSAS QUE ESE AFAMADO JESÚS ES TU ÚNICA OPORTUNIDAD

(Mt 15,21-28)


La fe empieza por ahí. Experimentas desespero, angustia y temes caer en una depresión. Sería terriblemente peor. Buscas a tu derredor, pero el mundo ya ha agotado tu paciencia y tus medios. Necesitas abandonarte en manos de alguien que te dé confianza, pero sobre todo que dé respuesta a tu problema.

¡Necesitas creer, esa es la cuestión! Necesitas confiar en Alguien que te dé esperanza, que te escuche, que esté dispuesto a apostar por ti y que te traiga una Palabra de consuelo, de amor y de esperanza de curación. ¡Caramba!, has oído que hay un tal Jesús que parece responder a eso que tú buscas. Y te confías a Él. No lo piensas dos veces y te pones en camino. Sin saber cómo ni cuándo has empezado a creer.

Y ese impulso te empuja a caminar, a moverte, a buscar y, quien busca encuentra. Claro, das con Jesús pero, sintiéndote indigna de hablarle al no ser ni siquiera judía, optas por atreverte a tocarle. Apuestas que tocándole, tu hija puede quedar curada. Y lo intentas, y se produce el milagro. Tu fe ha tenido respuesta. El Evangelio de hoy nos narra ese encuentro de Jesús con la mujer cananea.

Podríamos reflexionar sobre los pasos de esa fe hasta encontrar a Jesús y recibir la respuesta pedida. Quizás yo no tenga necesidad, ni nadie enfermo, o quizás no crea que exista alguien que pueda cambiar el curso de una irremediable enfermedad. Luego, si pienso así no me pondré a buscar a nadie, o a rezarle. Mi fe termina con la opinión del último médico, o con la resignación al curso de mi acomodada vida. El encuentro no se produce, y no hay ni diálogo ni respuesta.

Jesús, entonces, pasa de largo, y no lo veo ni me entero de su cercanía. No advierto el ritmo y ruido de sus pasos. Quizás estoy despierto, pero dormido o ciego. Así será imposible descubrirle. Necesito despertar y querer buscar. Repetir la experiencia de la cananea con Jesús siempre será posible, porque Él ha Resucitado para que tú le descubras y le pidas. Si no, ¿qué sentido y razón tiene Él para estar ahí en la Eucaristía? Seríamos unos tontos, los primeros nosotros, por estar perdiendo el tiempo. ¿A qué esperamos?

Decídete a tocarle la túnica a Jesús y a decirle que quieres y crees que Él te puede salvar. No te importes quién seas ni de dónde vengas, Jesús te conoce y sabes quién eres. Y si se ha quedado lo ha hecho también por ti. No pierdas más tiempo. El Señor vive y está entre nosotros para salvarnos, no para perder el tiempo. No pierdas el tuyo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.

Tu comentario se hace importante y necesario.