(Mc 6,1-6) |
Nuestra fe no debe ser mucha, porque nos cuesta creer en Jesús. Es verdad que decimos que creemos, pero luego nuestra vida no refleja claramente esa fe. Posiblemente, no somos capaces de cambiar el mundo o superar las leyes naturales, porque nuestra fe es débil. Jesús nos ha dicho que si tuviéramos la fe de un grano de mostaza, moveríamos montañas. Luego, ¿quién falla? ¿La Palabra de Jesús o nosotros?
Está claro, somos nosotros, hombres de poca fe, los que no terminamos de creer en Jesús. Al menos lo suficiente y necesario para transformar nuestras vidas y transmitir el Evangelio. Las situaciones se repiten, y también, en su tiempo, Jesús vivió esa experiencia. Sus propios paisanos no le creyeron, y, por eso, no pudo hacer ningún milagro en su propio pueblo, a excepción de algunos enfermos a los impuso las manos.
Jesús se extraña de esa desconfianza y falta de fe. Ocurre también en nuestro tiempo que no nos dejan ni hablar, y cuesta mucho mover las ideas y sacarlas de las cabezas. El orgullo y la soberbia se encargan de evitar cambios y transformaciones, pero también la falta de fe. Creer en Jesús es fiarse de Él, a pesar de que las cosas en mi vida no mejores, ni el panorama se aclare.
¿Acaso Él l tuvo favorable y fácil? ¿Fue bien recibido y atendido, o criticado e insultado? Hasta el momento de su Muerte, Jesús había sido abandonado por todos, a excepción de su Madre, el apóstol Juan y algunas mujeres. Su fracaso aparente estaba presente. Todos se marcharon o escondieron, precisamente porque les faltaba la fe. ¿Qué hubiéramos hecho nosotros? Seguramente lo mismo. La fe brillaba por su ausencia. Sólo María se mantuvo firme al pie de la Cruz.
No nos debe extrañar que nuestra fe sea incipiente y débil. No nos debe extrañar que Jesús se retire al ver nuestra apatía, inmovilismo y desinterés. Nos toca a nosotros mover ficha y abrirle nuestro corazón a Jesús. La fe es reto y riesgo, porque es creer en alguien que no parece que nos arregla los problemas de la vida, pero que nos da la esperanza de vivir plenamente feliz y eternamente.
Y esa es la cuestión. Él venció a la muerte, y nos promete que quién crea en Él, también la vencerá. Ahí está el dilema, creer o no creer. O simplemente, creerlo a media. Y dependiendo de eso, tu vida será más o menos entregada, comprometida o acomodada.
Y esa es la cuestión. Él venció a la muerte, y nos promete que quién crea en Él, también la vencerá. Ahí está el dilema, creer o no creer. O simplemente, creerlo a media. Y dependiendo de eso, tu vida será más o menos entregada, comprometida o acomodada.
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