sábado, 7 de enero de 2017

EL REINO DE LOS CIELOS ESTÁ CERCA

(Mt 4,12-17.23-25)
Cerca significa proximidad, y todos hemos oídos repetidas veces que la vida es un suspiro. Cerca está siempre su fin, y con su fin, nuestro destino, queda echado.  Nos jugamos nuestra vida en cada momento, y cada momento puede ser ahora, dentro de unos minutos o unos días. O, quizás, unos años.

En mi propia vivencia personal, puedo decir que mis días están próximos, pues por mi edad puedo aventurar que en unos diez o quince años, en el mejor de los casos, mi vida terrenal terminará su recorrido. Así que el tiempo apremia porque el Reino de Dios está cerca, pero muy cerca. Y eso, precisamente, es lo que decía Jesús: «Haced penitencia, porque el Reino de los cielos está cerca». 

Nuestra vida es un camino de penitencia y sacrificio. Y esa penitencia y sacrificio sólo se entiende desde el amor. Porque cuando amamos estamos dispuesto a darnos y entregarnos; dispuestos a servir y sacrificarnos; dispuestos a abajarnos y humillarnos. Es lo que hizo Jesús con nosotros. Y lo que continúa haciendo en cada instante de nuestra vida. Tiene siempre los brazos abiertos para acogernos, sanarnos y salvarnos. Y lo hace a pesar de nuestras infidelidades, nuestros desprecios, nuestros desplantes y rechazos.

Nuestra vida es corta. Se nos va sin darnos cuenta, y es la posibilidad que tenemos para alcanzar la Misericordia de Dios. Por lo tanto, ganemos tiempo confiándonos al Señor y abandonándonos en sus Manos. Dios nos da su tiempo, para que creamos en Él, le santifiquemos y permanezcamos cerca de Él y para que pongamos nuestra vida al servicio de los demás por amor.

Realmente nos encontramos con dificultades. Nuestra naturaleza humana, débil y propensa al egoísmo y la pereza. Debilitada por el pecado y sumida en la soberbia y la vanidad necesita sanación. Se hace necesario, pues, la oración, la penitencia y el alimento Eucarístico que la fortalezca y la sostenga firme y perseverante en la presencia del Señor.

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