Hoy es el día clave, el día de la muerte del Señor, pero el
día donde nuestra fe cobra todo su sentido y su esperanza. Porque, gracias a la
Muerte del Señor, toda nuestra vida se ilumina y se llena de esperanza de
resurrección en el Señor. Porque quienes creen en su Palabra vivirán para
siempre. No podía ser de otra forma, estaba escrito y profetizado que Jesús, el
Señor, moriría y, al tercer día, Resucitaría. Y la profecía se ha cumplido.
Jesús, el Señor, ha vencido la muerte. ¡Bendito sea Dios!
Si este día no existiera, la vida y la fe del cristiano no tendría sentido. La Cruz, a partir de la Resurrección queda configurada como signo de salvación de todos los cristianos, porque es en ella donde, los que creemos y seguimos a Jesús quedamos, configurados con Él, crucificados y muertos para resucitar también en Él al final de los tiempos, en su segunda venida.
No hay día más misterioso, triste y glorioso a la vez que despierta el domingo con la explosión de jubilo y de alegría en y por la Resurrección del Señor. Se ha vencido a la muerte y, por el amor, la vida florece y renace a una vida nueva, la Vida Eterna en plenitud. ¡¡Bendito Viernes Santo!!
Por eso, los cristianos, unidos en una misma fe y confiados a y en la Palabra del Señor, nos abandonamos en el Espíritu Santo entregándonos a una vida de Cruz, para morir crucificados en la entrega, servicio y por amor en Él.
Pidamos fuerza, valentía, sabiduría y perseverancia para no desfallecer en el camino, y juntos, unidos a y en la Iglesia, sepamos recorrer el camino de nuestra vida con entereza, dignidad, entrega, servicio y amor por la Fuerza y la Gracia de y en el Espíritu Santo.
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