(Jn 16,5-11) |
Nos lo dice Jesús claramente: «Pero ahora me voy a Aquel que me ha enviado, y ninguno de vosotros me pregunta: ‘¿Adónde vas?’. Sino que por haberos dicho esto vuestros corazones se han llenado de tristeza. Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré»
El Espíritu Santo viene a estar con nosotros; viene a acompañarnos y dirigirnos y a asistirnos para no errar ni equivocar el camino. El Espíritu Santo viene a fortalecernos para, en nosotros y por nosotros, condenar el pecado y hacer justicia experimentando la presencia del Espíritu de Dios en nosotros por los méritos de la Pasión del Señor Jesús y su Resurrección.
Y a condenar a este mundo absurdo, necio y caduco que preside el Príncipe de este mundo. Un mundo perdido y sin sentido. El Espíritu de Dios nos descubre el horizonte y nos alumbra el camino fortaleciéndonos y dándonos sabiduría y voluntad para afrontar todos los obstáculos y dificultades que no encontramos en nuestra vida y paso por este mundo.
El Señor ha Resucitado y está con nosotros en todo momento y en cada instante de nuestra vida. Nos lo ha dicho en repetidas ocasiones-Mt 18,20-. Dónde dos a tres, reunidos en su Nombre, allí está Él. Y lo hacemos presente en nuestras vidas en cada momento. Ahora mismo, reflexionando su Palabra, el Señor está presente tanto en el que escribe como en los que lo reflexionen y lo lean mañana.
Ven Espíritu Santo y renueva nuestros corazones.
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