Siempre nos hemos preguntado que nuestro amor no puede separarse de nuestros propios intereses y egoísmos. Estamos manchado por el pecado y eso nos hace pensar mucho en nosotros y en lo que nos beneficia. Hasta el punto de apartar y matar a otros por conseguir nuestros propósitos. Eso, aunque no nos guste, es nuestra propia realidad.
Personalmente, he pensado que los cristianos, al menos yo, somos más egoístas que los no cristianos, pues lo que hacemos, lo hacemos por alcanzar la Gloria Eterna en plenitud. Lo que decía Pablo -1ª Corintios 9, 25: "Los atletas se privan de todo; y eso ¡por una corona corruptible!; nosotros, en cambio, por una incorruptible".
No amamos gratis, por decirlo de otra forma. Y eso nos ayuda a descubrir nuestra humanidad y nuestra materialidad. Somos pecadores y lo reflejamos hasta en el amor. ¡Cuántas distancias entre el hombre y Dios! Posiblemente, esa insistencia del Señor en preguntarle a Pedro tres veces, puede significar esa intención de descubrirnos nuestro impuro amor.
Nuestro amor está adulterado por la amistad. Porque una amistad siempre implica beneficio, favores, ayuda...etc. Decimos, "no lo conozco y, por lo tanto, no le puedo pedir ese favor"; o, "es mi amigo y seguramente me atenderá". Sin embargo, Jesús no nos debe nada; tampoco le damos nada, sino todo lo contrario, problemas, rechazos y escarnios. Jesús, el Señor, nos ama por amor. Es un amor puro y verdadero, porque es limpio y sin condiciones.
Nada va a sacar que no tenga ya. El Señor no necesita de nosotros. Todo le pertenece y es suyo. Se nos hace incomprensible y misterioso, hasta el punto que no podemos comprenderlo. Y, por eso, nuestro amor es diferente, material, pequeño y egoísta. Así, Pedro, desconcertado y aturdido por las reiteradas preguntas del Señor le dice: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero».
También nosotros le decimos lo mismo. ¡Señor, no entendemos nada ni podemos cambiar un ápice nuestro amor. Tú sabes que nos esforzamos en quererte desinteresadamente. Transforma nuestro corazón.
También nosotros le decimos lo mismo. ¡Señor, no entendemos nada ni podemos cambiar un ápice nuestro amor. Tú sabes que nos esforzamos en quererte desinteresadamente. Transforma nuestro corazón.
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