(Mt 5,27-32) |
Por lo tanto, no basta con reprimirse y abstenerse de cometer ese deseo de poseer sexualmente a una mujer, sino también de luchar contra el pensamiento de desearla y no dejarlo asentarse dentro de tu corazón. Es una lucha diaria y tentadora, pues las pasiones están dentro y, como fuego, excitan tu naturaleza masculina ante otra femenina. Y esa es la normalidad y lo natural, que no se hará pecado mientras tu lucha sea por no dejarla morar en tu corazón.
De ahí que Jesús nos dice hoy: «Habéis oído que se dijo: ‘No cometerás adulterio’. Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna. Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la gehenna».
Supongo que todo queda muy claro y sobran comentarios. Lo mismo ocurre en el plano matrimonial. El amor no tiene tiempo, porque dura siempre. El amor no está en los sentimientos, porque no son sentimientos, ni afectos, ni caricias, ni pasión. El amor es buscar el bien y la libertad del otro. Y en este caso que nos ocupa, el matrimonio, el amor es el nexo que nos une y nos ayuda a soportarnos, a buscarnos en la verdad, bien y justicia. A dar frutos de vida y a acompañarlas en el amor.
Y todo lo que no sea así y sea con la intención de repudiar y separar, induce al adulterio. Esto dice el Señor: «‘El que repudie a su mujer, que le dé acta de divorcio’. Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto el caso de fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio».
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.