Se habla mucho del amor y todo está apoyado en el amor. Sin amor el hombre experimenta la soledad y el sin sentido de la vida. Ha sido creado para amar y todo lo que sea alejarse de ese rol le desorienta y le pierde. Pero, no todo lo que se llama amor es verdadero amor.
Posiblemente, el hombre se confunde y identifica el amor con su egoísmo, sus satisfacciones y caprichos. Amor es igual a lo que me gusta y en donde me siento bien, y eso no lleva sino a romperlo cuando no me satisface, no me gusta o no me siento bien. Y eso ocurre porque el amor es otra cosa. Y más que dar criterios necesitamos mirar para Jesús y ver lo que Él ha hecho y hace con cada uno de nosotros. Él es el modelo y la referencia del verdadero y auténtico amor. En Él podemos fijarnos y tratar de imitarle y, seguro, acertaremos con el verdadero amor.
Frente al amor de Jesús nosotros no merecemos nada. Nada de lo que tenemos es nuestro, sino que nos ha sido dado gratuitamente. Pero, nosotros, nos apropiamos de ello y lo utilizamos según nuestra conveniencia. Administramos nuestra vida a nuestro capricho e interés; proyectamos nuestros planes según nos convenga y pensamos en nuestro provecho sin tener en cuenta a los demás. Amamos según estas coordenadas y cuando nos parece o nos cansamos, cambiamos de amor.
Pero, lo misterioso y grandioso es que, a pesar de todo eso, Jesús continúa amándonos. Su amor es incondicional y sin ninguna prestación. Hagas lo que hagas, Jesús te ama y te seguirá amando. Claro, no será para siempre, porque tienes un tiempo, una vida que aprovechar. Este es tu tiempo de salvación y en el que tienes que despertar y darte cuenta de lo que te ofrece el Señor. Escúchale y síguele tratando de vivir según sus mandatos, que es precisamente este: Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.