Jn 16,12-15 |
Esto puede sonar a risa para muchos, pero no para
los cristianos creyentes. Y digo esto porque hay muchos que son
cristianos, pero no creen. Creer no está en nuestras manos, porque de lo que
hablamos está por encima de nuestra capacidad. Puedes creer en algo razonable y
que puedes llegar a ver, pero eso ya no es plenamente fe, porque el término fe
implica creer en algo que no puedes ver.
La fe, por lo tanto, es un don de Dios. Tú puedes
experimentar que, dentro de ti, hay un anhelo y una esperanza de vida eterna.
Eso lo puedes comprobar, porque la muerte te da miedo y nadie quiere morir.
Pero, el mundo, este mundo donde vives, no te soluciona ese deseo. Luego, ¿qué
hacer? ¿Esperar angustiado a que te toque tu hora, o tratar de responder a ese
anhelo interior que guarda tu corazón? La respuesta no puede ser sino tuya.
Nadie podrá acompañarte en tu viaje de última hora, pues sólo te corresponde a
ti.
Jesús es histórico, por lo tanto, creer en Él es fácil. La
historia nos lo presenta y de Él se ha escrito mucho. Ahora, la cuestión
empieza a partir de que Él se presenta como el Hijo de Dios, creador de todo lo
visible e invisible, anunciándote que te ama y que quiere compartir su Gloria
eternamente contigo. Jesús no viene por su cuenta, es presentado por el Padre
en el Jordán, cuando Juan el Bautista lo bautiza y también en monte
Tabor... Y el Padre nos lo presenta como su Hijo predilecto -Mt 3, 17- y
también en Mt, 17, 1-8- y nos invita a escucharle y a hacer lo que nos diga.
Pero, lo fundamental es que ese Jesús, el Hijo de Dios, ha
Resucitado, y vive, y está entre nosotros. Y nos ha dicho, en su Ascensión a
los cielos -Lc 24, 50-53- que convenía que Él se fuera para que viniese el
Espíritu Santo, que nos iría enseñando todo lo que no habíamos comprendido y
todo lo que nos falta por entender. Y así continúa nuestro camino, asistidos y
auxiliados por el Espíritu Santo, a pesar de nuestras caídas, nuestras
dificultades y nuestros errores y sufrimientos.
Ya nos dijo Jesús en otra ocasión -Mt 10, 24- que el discípulo no es más que el Maestro. Nuestro camino será duro, pero llegará el día en que todo lo veremos tal cual es y nuestra dicha, entonces, será grande y eterna.
Ya nos dijo Jesús en otra ocasión -Mt 10, 24- que el discípulo no es más que el Maestro. Nuestro camino será duro, pero llegará el día en que todo lo veremos tal cual es y nuestra dicha, entonces, será grande y eterna.
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