Jn 15,9-17 |
No mires para atrás o para otro lado. Te señalan a ti, sí a ti en persona y quieren contar contigo. En la hora de tu bautismo fuiste escogido y señalado al ser ungido con el crisma sacramental que te imprime ese carácter bautismal que te conforma con Cristo -ver aquí- y, quizás porque fuiste bautizado de niño y no tenías conciencia de lo que recibías, ahora, más tarde y ya con razón para entender, tienes la oportunidad de, en tu confirmación, afirmar tu fe y descubrir todo el significado del rito del sacramento bautismal.
No has sido tú que te has apuntado, sino Cristo que te ha elegido. Y si te ha elegido es para que tú también, injertado en el Espíritu Santo por medio de tu bautismo, tengas la fuerza, la paz y la sabiduría de transmitir esa buena Noticia de que todos los hombres están salvados por el Amor del Padre que Jesús, el Hijo, viene a comunicarnos y revelarnos.
Jesús nos ha elegido por mandato del Padre. Somos sus amigos, no sus siervos, porque nos ha comunicado todo lo que ha recibido de su Padre. Y quiere que nosotros hagamos lo mismo con todos los hombres. Nos ha elegido para que, lo que de Él hemos recibido, lo trasmitamos a los demás. Y hemos recibido el amor, ese amor con el que Jesús nos ha amado y nos ama y que el Padre nos manda a dar a los demás, incluso a los enemigos.
De tal modo que no podemos trasmitir sino aquello que somos capaces de vivir. Si no amas, o al menos lo intentas, ¿cómo vas a trasmitir el amor? Y si no eres capaz de abrir tu corazón para recibir ese amor que Jesús te da, ¿cómo vas a dar ese amor a los demás? Porque, no puedes dar sino aquello que tienes. Eso nos descubre la necesidad que tenemos de estar cerca del Señor y dejarnos llena de su impronta y de su Gracia para, fortalecidos en ella, vivir en y de su amor y poder trasmitirlo a los demás.
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