Mt 1, 18-24 |
María y José hicieron un acto de fe que debe servirnos para hacerlo también nosotros. Por la fe de María y de José el Señor se hace Niño, se encarna en naturaleza humana y nos libera de la esclavitud del pecado No hay otra respuesta sino la de fiarnos y creer en la Palabra del Señor. Ese es el primer punto de nuestra conversión y comienzo de nuestro camino. Puedes rechazarlo, pero tu propio camino te irá haciendo ver que el Poder del Señor es Inmenso y que su Palabra es nuestra única esperanza de salvación.
Se nos hace difícil creer, pues nuestra naturaleza humana está tocada y herida por el pecado. El mundo, demonio y carne nos tientan y nos tratan de convencer que eso no es así. Nuestra razón, limitada por el pecado, tampoco llega a entenderlo, pero nuestra esperanza nos dice y nos habla de que Dios existe, nos ama y se ha hecho hombre para salvarnos de las ataduras y esclavitudes del pecado.
Lo experimentamos dentro de nosotros. Buscamos a toda mecha la felicidad, pero, ¿la encontramos? Ni el dinero, ni la fama, el poder y todo lo que quieras añadir te la dan. Ni tampoco la salud. El tiempo corre y te haces viejo y descubres que el mundo se te escapa de las manos. ¿Tiene sentido eso? Dios ha dejado su huella dentro de tu corazón y te exige que te fies de Él. Es la prueba que tienes que superar y afrontar. María y José lo hicieron, y a pesar de todas las visicitudes que tuvieron que vivir, pasar y sufrir, supieron sostenerse firmes en la fe al Señor.
El final esconde la felicidad y el gozo eterno. También tú y yo podemos hacerlo, porque el Señor nos acompaña y provee nuestras necesidades y nos defiende en nuestras luchas. Creamos que el Niño Dios ha nacido de María para ofrecernos la salvación eterna.
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