La muerte es un paso glorioso, porque, detrás espera la Vida Eterna, que todos buscamos y deseamos plenamente en plenitud de gozo y felicidad. Una Vida Eterna gloriosa junto a Cristo Jesús – Padre – Espíritu Santo, la Trinidad en un solo Dios. Por eso, morir significa vivir.
Hoy celebramos el día de los difuntos. Difuntos gloriosos que ya están o transitan – en el purgatorio – hacia la morada que Jesús previamente nos ha ido a preparar – Juan 14, 2 – en la Casa del Padre. Desde esta perspectiva la vida es hermosa ya que es el paso – a través de la muerte – a la Vida Eterna gloriosa a la que estamos todos invitados y llamados.
Pero, no se trata de una espera pasiva, de brazos cruzados o descomprometidos. Nada de eso, se trata de una vida nueva, edificada e iniciada desde nuestro bautismo y comprometida – asistida por el Espíritu Santo – al estilo de Xto. Jesús. Precisamente, ser cristiano consiste en eso, en ir, poco a poco, aprendiendo a morir al estilo de Jesús. Morir a mis egoísmos, a mis apetencias y satisfacciones individuales y egoístas, a morir con Cristo y a vivir – injertado en Él – como É.
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