Podemos añadir, a las profecías ya señaladas en el Evangelio de estos últimos días del año, la actitud proclamadora de esa profetisa Ana – hija de Fanuel – que insiste y persevera en hablar de ese Niño en el que ella descubre la Persona del Mesías enviado para el Plan salvífico de Dios. Y lo hace permanentemente en el templo donde pasaba día y noche sirviendo a Dios con ayunos y oraciones.
¡E, irremediablemente, nos surge la pregunta y la sorpresa de pensar!,¿quién le ha revelado eso a esta anciana mujer? Indudablemente, hay muchos milagros que pasan por delante de nosotros y no nos damos cuenta. Ni siquiera somos capaces de percibirlo. Y es que el mundo anda ciego y derecho al precipicio.
Y, nos preguntamos sorprendidos, ¿cómo y por qué Ana – la profetisa – habla y proclama – de ese Niño – a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén? ¿No es evidente que esté también movida e impulsada por la acción del Espíritu Santo?
Sin lugar a duda, es lo más probable y evidente. Y sucede lo mismo ahora en estos días. Muchos sirven y proclaman, desde sus situaciones personales, la Buena Noticia de que Dios ha nacido y vive siempre dentro de nosotros. Un Niño-Dios que nos recuerda que ha venido para darnos el anuncio de su Padre de la Buena Noticia: “Estamos salvados para la eternidad por la Infinita Misericordia de nuestro Padre Dios”.
Y también lo hacen desde la comunidad y en comunidad. Muchas comunidades, grupos, seglares, movimientos, anónimos y otros…etc. y en definitiva la Iglesia, anuncian la Buena Noticia del Nacimiento del Niño-Dios.
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