Jn 6, 60-69 |
De
ahí la importancia del alimento que da esa eternidad, el Cuerpo y la Sangre de
nuestro Señor Jesús. Él se ha quedado bajo las especies de pan y vino para ser
nuestro alimento espiritual que nos fortalece, nos transforma y nos llena de
paz y gozo en esa travesía peregrinante por este mundo. No somos del mundo,
sino que, a través de él peregrinamos a la Casa del Padre. Necesitamos, pues,
ese Pan de Vida Eterna para, fortalecidos en Él, superar todos los obstáculos
del camino.
Creo
y quisiera, terminar como lo hicieron los apóstoles, en el Evangelio de hoy, a
la pregunta del Señor: ¿"También vosotros
queréis marcharos"? Simón Pedro le contestó: "Señor, ¿a quién iremos?
Tú dices palabras de Vida Eterna. Nosotros hemos creído y reconocemos que tú
eres el Consagrado de Dios". Y
la pregunta que nos podemos hacer es: ¿Estamos también nosotros de acuerdo?
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