sábado, 7 de mayo de 2022

ALIMENTO DE VIDA ETERNA

Jn 6, 60-69

Nadie puede negar que nuestra máxima aspiración y deseo es conseguir Vida en plenitud de gozo y felicidad eterna. Todos nuestros esfuerzos van en esa dirección, alcanzar el máximos bienestar corporal y, por qué no, también espiritual. Porque, si no tenemos paz de conciencia, tampoco tendremos felicidad corporal. 

La paz integra cuerpo y espíritu. Y, nuestra experiencia, nos lleva a buscar y alcanzar esa felicidad integra de cuerpo y alma – espíritu – que nos equilibra y nos da paz y, por consiguiente, felicidad. Pero, también sabemos que, en este mudo no se encuentra ni se consigue. Llegamos al final de nuestra vida y, fuera de Dios, no hay paz ni gozo. Solo en Él experimentamos ese gozo y felicidad eterno.

De ahí la importancia del alimento que da esa eternidad, el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesús. Él se ha quedado bajo las especies de pan y vino para ser nuestro alimento espiritual que nos fortalece, nos transforma y nos llena de paz y gozo en esa travesía peregrinante por este mundo. No somos del mundo, sino que, a través de él peregrinamos a la Casa del Padre. Necesitamos, pues, ese Pan de Vida Eterna para, fortalecidos en Él, superar todos los obstáculos del camino.

Creo y quisiera, terminar como lo hicieron los apóstoles, en el Evangelio de hoy, a la pregunta del Señor: ¿"También vosotros queréis marcharos"? Simón Pedro le contestó: "Señor, ¿a quién iremos? Tú dices palabras de Vida Eterna. Nosotros hemos creído y reconocemos que tú eres el Consagrado de Dios". Y la pregunta que nos podemos hacer es: ¿Estamos también nosotros de acuerdo?

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