Lucas 13, 31-35 |
Es lo profetizado,
Jerusalén que mata a los profetas y a los que se te envían. En tiempo de
persecuciones los pastores no deben abandonar a los fieles. Y así sucede con
los misioneros y todos, fieles y misioneros, que, actualmente, están entregando
su vida por la fe en Xto. Jesús, quizás en estos mismos momentos que lo
escribimos.
Jesús no se paró y
su Iglesia tampoco se va a parar. Los misioneros y los voluntarios permanecen. El
martirio es cuna de cristianos que se sostienen firmes en la fe. Nadie,
injertado en el Espíritu Santo, da un paso atrás. Cristo es el centro y nuestra
Roca y Fortaleza. En Él estamos dispuestos también a entregar nuestra vida,
porque, la muerte no existe para el cristiano, sino el paso – Pascua – por la
muerte a la vida. Una vida donde florecerá el gozo, la felicidad para siempre.
Sabemos, por la fe
en su Palabra, que llegará el final y la victoria será plena. De esta manera
Jesús lo dice al final del Evangelio de hoy: Les digo que no me verán hasta
el día que digan: “Bendito el que viene en nombre del Señor”.
Y esto nos debe animar a fortalecer nuestra fe. Nos debe animar a proclamar la Palabra de Dios y a vivir en la Verdad y Justicia Divina. Y a no tener miedo, pues lo peor que nos puede pasar es perder la vida. Y sabemos que perder la vida en este mundo es ganar la verdadera Vida, la Eterna y junto al Padre. Por tanto, nuestra misión también es, como hizo nuestro Señor Jesús, vivir en la Voluntad del Padre. Y la Voluntad del Padre es que nos amemos hasta el extremo de entregar la vida por ese amor que proclama la verdad y la justicia.
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