Quien
quiera anunciar la Buena Noticia que nos trajo y regaló Jesús debe saber que su
anuncio debe estar apoyado en la pobreza. Porque, un anuncio que se apoye en
dinero termina corrompido o sometido al mismo. Dinero y poder son dos peligros
que nos separan de la humildad y conversión. Luego, ¿cómo vamos a anunciar la
Buena Noticia apoyados en el dinero y poder? «Jesús nos invita a ir sin bolsa, ni
alforja, ni sandalias».
Por
otra parte, ese anuncio de la Buena Noticia trae complicaciones y amenazas de
muerte. Nos persiguen aquellos que quieren vivir en las apariencias, en las
mentiras y someter a los demás a la esclavitud para ellos ostentar las riquezas
y el poder. Luego, debemos aceptar y saber que padeceremos, como le sucedió al
Señor Jesús, persecuciones y sufrimientos por los que quieren borrar ese
mensaje de salvación eterna que es la Buena Noticia.
Jesús
muere abandonado en la cruz. Nuestra vida va hacia ese camino. La muerte es un
camino de soledad. Nadie puede acompañarnos por muchos que estén a nuestro
lado. Solo puede estar con nosotros el Señor. Esa es nuestra meta. No debe
extrañarnos la soledad y el abandono de nuestra propia muerte. Jesús, el Señor,
está con nosotros. Él es nuestra fuerza y nuestra esperanza. Él solo nos basta.
—Es
un misterio elegir ese camino de persecución y sufrimientos —dijo Manuel.
Porque, seguir a Jesús de Nazaret asegura pobreza, persecuciones y soledad.
—¿Por
qué dices un misterio —preguntó Pedro.
—Porque
difícilmente se podrá elegir ese camino sin antes conocer y experimentar un encuentro
personal con Jesús. Él es precisamente nuestra fortaleza, nuestro apoyo y
nuestra esperanza. De Él recibimos esa fortaleza y alegría para emprender tan
arduo y difícil camino.
—Sí,
supongo que algo así debe suceder. De otra manera no se podría entender —añadió
Pedro.
Está claro, dar la vida por Jesús supone una fortaleza que no tenemos y que solo, porque la recibimos de Él, podemos darla. Los misioneros – precisamente celebramos el próximo domingo el Domund – y los mártires nos corroboran ese testimonio. No podremos imaginar tanto desapego y entrega hasta el extremo sin la Gracia de Dios. La vida de la Iglesia está llena de muchos testimonios que han entregado su vida por la fe y por el anuncio de la Buena Noticia.
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