Jesús ya desde el
vientre de su Madre provoca el encuentro con el otro. Su esencia es amor y el
amor exige encuentro, disponibilidad, servicio…etc. Y María corre a servir a su
prima Isabel. Juan, al descubrir la presencia de Jesús en el vientre de María,
salta de gozo y alegría. Él será, aproximadamente treinta años más tarde el que
anunciará su presencia entre los hombres.
Desde hace tiempo
me ha llamado la atención este pasaje evangélico de la visita de María a su
prima Isabel. Veo la acción del Espíritu Santo de forma directa y clara. Me
pregunto, ¿cómo Isabel sabe, al descubrir que llega María, que es la Madre de
su Señor? El Evangelio lo manifiesta muy claro al relatar las propias palabras
de Isabel: Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó
de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y
exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto
de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque,
apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno.
¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de
parte del Señor!».
Supongo que leemos
y leemos este Evangelio, ¡como tantos otros!, sin percatarnos ni observar los
misterios que encierran. Es asombroso el milagro que se realiza al confesar
Isabel lo de su prima María. Por un lado, ella estéril por su edad lleva ya en
su seno a su hijo Juan, que va a ser el precursor de preparar el camino al
Mesías prometido. Y por otro lado María, sin nadie decirle nada – época que no
había medios de comunicación – sabe y va presta a servir a su prima que esta en
cinta. ¿Se lo ha dicho el Ángel Gabriel? Pues queda claro que sí. ¿No son estos
milagros evidentes que se presentan delante de nuestros ojos? ¿Estamos ciegos
para no suponerlos y verlos de forma clara y evidente?
Dejemos, pues, que
el Espíritu Santo abra nuestra mente y nuestro corazón para que sepamos
discernir y ver como el Plan de nuestro Padre Dios va tomando forma y camino
tras la Anunciación y la visitación de María a su prima Isabel.
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