sábado, 25 de mayo de 2024

UNA MIRADA HACIA NUESTRA DEBILIDAD INFANTIL

Es verdad que en nuestra etapa de niño experimentamos la vulnerabilidad. Nos experimentábamos – ahora de mayor lo recordamos – débiles, pequeños y necesitado de todo, a casis todo. No nos dábamos cuenta de la enorme dependencia que teníamos de nuestros padres y de nuestros mayores. Llegábamos a despertar en ellos sentimientos de generosidad hacia nuestra impotencia y debilidad. Y nos sentíamos defendidos y protegidos por ellos.

¿Cuáles son, ahora, nuestros sentimientos con nuestros padres y mayores? Posiblemente los hayamos olvidados, o nos queda un vago recuerdo que se escapa a nuestro intelecto. Y ese es nuestro reto: valorar el amor de nuestros padres e incluso mayores (maestros, vecinos, amigos de nuestros padres…).

¡Y, por encima de todo esto, está el Infinito Amor Misericordioso de Dios! ¿Lo entendemos? ¿Lo sabemos valorar? ¿Nos damos cuenta? Supongo, al menor para mí, de que no soy capaz. Se me escapa entender esa filiación eterna y gratuita con mi Padre Dios. Es algo tan grande y tan hermoso que no llega a abarcar mi imaginación.

Y es ese sentido que me gustaría seguir siendo niño: creerme todo, confiar todo, obedecer todo lo que viene de mi Padre Dios. Sí, Padre Bueno, quiero seguir siendo niño, tu hijo predilecto al que amas y quieres llevarlo a tu regazo para que esté contigo la eternidad. Sí, Padre, yo quiero, y te pido que me ayudes, me des esa educación, esa sabiduría para entenderlo y estar siempre como un niño pendiente de Ti. Gracias Padre.

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