Mucho hemos
hablado de la oración, y mucho queda todavía que hablar. Digamos que la oración
es el caballo de batalla – por decirlo de alguna manera – de cada día. ¡Qué
seríamos sin la oración! Imaginar que no tenemos a nadie que nos escuche, que
nos consuele y que, encima, dé solución a todos nuestros problemas, sería algo
caótico y trágico.
Sin embargo, es
muy importante conocer y saber la esencia y finalidad de la oración. Quizás sea
la oración de Jesús en el huerto de Getsemaní el punto de referencia que nos
aclare más profundamente su finalidad y objetivo. Mirando su oración en ese
momento, cuando se ve a las puertas de entregar su Vida a una muerte de cruz,
sus palabras llenas de dolor y sufrimiento son: Padre, si es tu voluntad,
aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
Nos preguntamos: ¿Rezamos nosotros así? Pedimos por nuestras necesidades, pero, ¿aceptamos la Voluntad de Dios? Porque, esa es la verdadera finalidad de la oración, pedir y asumir que se haga la Voluntad de Dios. En ese sentido, pidamos, busquemos y llamemos al Padre para que nos fortalezca, nos dé esa voluntad firme de sostenernos en Él y hacer su Voluntad, no la nuestra. Porque, su Voluntad es la Verdad, el Camino y la Vida.
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