Esa es la aparente
contradicción para nuestra razón humana. No entendemos como quien tiene poder
se haga servidor. Nos resulta incomprensible tal afirmación: «el Hijo del
hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por
muchos». Sin embargo, Jesús nos lo demuestra a través de su Vida y Obras.
Y ese es nuestro
objetivo y finalidad. Seguir a Jesús significa amar para servir; significa ser
grande en la medida que te haces pequeños hasta el extremo de ser el último;
significa tener como prioridad el servicio, sobre todo a los más necesitados y
pobres.
Un servicio que pasa por la disponibilidad de aquel que lo necesita. Y digo esto porque, hay muchos que no se abren a ser servidos, sino que lo que buscan es servirse de los que están dispuesto a servirles. Pablo lo deja muy claro en: 1ª Lectura (2Tim 4,9-17a) y en II Tesalonicenses 3:10.
Es evidente que cuesta considerar a los demás superiores y merecedores de nuestra vida, y que, por ello, debemos estar dispuestos hasta el extremo de darnos y entregarnos plenamente. Porque, eso fue lo que hizo Jesús con nosotros y con el resto del mundo sin miramientos de razas, color o condición. Y es eso lo que debemos hacer los que queramos seguirle. No hay otro camino. Ahora, se puede siempre que estemos abiertos a la acción del Espíritu Santo. Para eso baja a nosotros en la hora de nuestro bautismo.
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