miércoles, 13 de julio de 2011

NO ESTÁ EN MÍ LA SABIDURÍA DE ENTENDER (Mt 11, 25-27)


Hay lagunas misteriosas en nuestra capacidad de entender y comprender que, sólo con la fe, podemos superar y seguir en el camino. Es en esos momentos cuando, o decido seguirle, o decido quedarme anclado en este mundo y con las cosas de este mundo. Por lo tanto, condenado a la caducidad y a la muerte.

Cierto es que no puedo entender que Alguien se hiciera a sí mismo, porque superado eso, lo demás estaría explicado. Pues Quien se hace a sí mismo puede hacer todo lo que le complazca y desee hacer. Pero, tan cierto es también que existo, que soy tangible y me puedo tocar. ¡No soy un sueño!
Por lo tanto, si existo, Alguien fue mi Creador. Es mucho más fantasioso e irreal pensar y creer en energías misteriosas y casuales que, sin saber cómo, han sido el resultado de mí ser tan perfectamente pensado. ¡La realidad es que existo!, pero no sé cómo.

Por lo tanto, me fío de JESÚS, Muerto y Resucitado, que me entiende, que sabe de mis deseos y anhelos, que me promete lo que realmente gravita y se esconde dentro de lo más profundo de mi corazón: "Gozar eternamente de la vida en plenitud", y que es la respuesta a todos mis proyectos e ideales. Vivir su misma Vida, eterna y plena, es lo que palpita dentro de mí. 

Por eso creo en su Palabra; por eso, creo en su Encarnación, en María, en los Apóstoles, en todo lo que me dice, y, sobre todo, en la esperanza de que ÉL mismo me lo quiera revelar.

Estoy dispuesto, expectante, ansioso de escuchar
tu Palabra, SEÑOR, para acogerla, para
hacerla vida de mi vida, y para
llevarla prendida en mi
corazón. 

Dame sabiduría, humildad y fortaleza para saberla
acoger, para distinguirla entre todas las 
palabras caducas y finitas de este
mundo, porque, sólo la Tuya, 
mi SEÑOR, tiene Palabra
de vida Eterna. Amén.

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