En el camino hacia la Jerusalén Celeste hay momentos de Tabor que nos animan y nos revelan que JESÚS camina junto a nosotros. A medida que vivimos en presencia del SEÑOR, nuestra amistad se hace más sólida y profunda. Nace la confianza de sabernos amado y queridos por ÉL, y la fe firme de que ha entregado su vida por nosotros. Concretamente por mí y por ti.
En esa mutua relación, en la que ÉL toma la iniciativa y la principal acción, hay muchos momentos que nos sorprenden éxtasis de paz y felicidad que nos recuerdan ese momento glorioso del Tabor que hoy nos relata la Palabra de DIOS. Indudablemente, el SEÑOR lo concede a quien quiere y cómo y cuando quiere. Se nos manifiesta según su voluntad y nos revela que su presencia es gozo y felicidad que nos hace olvidarnos de nosotros mismos. Fue lo que experimentaron Pedro, Santiago y Juan. Se sentían felices sólo con la presencia de JESÚS transfigurado.
Haz, SEÑOR, que nuestras esperanzas se vean
fortalecidas por tu presencia en nuestras
vidas. Y que sepamos siempre
apreciar que nuestro
gozo eres TÚ. Amén.
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