viernes, 5 de agosto de 2011

NO BUSCO LA CRUZ, SINO QUE LA LLEVO POR AMOR (Mt16, 24-28)


No se trata de sufrir porque hay que sufrir, sino aceptar con amor los sufrimientos que los aconteceres de cada día nos ofrecen. Porque, a pesar nuestro, sabemos que el dolor vendrá y, aunque tratemos con todas nuestras fuerzas de evitarlo, no podremos. Queramos o no, el dolor forma parte de nuestra vida, y muchas cosas, casi todas las buenas, necesitan horas de esfuerzo, de sacrificio y lucha para lograrlas.

Nada se consigue fácilmente, y lo bueno necesita de mucho trabajo y esfuerzo para lograrlo. Y cuando no es así, o algo falla por cualquier circunstancias, aparece el dolor, la fatiga y la decepción que nos lleva al sufrimiento y dolor. Por eso, sólo CRISTO da sentido y esperanza a nuestra vida, sobre todo cuando hace presencia el dolor, la lucha diaria, la enfermedad y, de forma especial, en el momento de la muerte.

Negarse, es afirmarse en aceptar el dolor en XTO.JESÚS. Sólo en ÉL, por ÉL y con ÉL tiene sentido la vida, y todo cobra valor y esperanza. Quien, por amor a JESÚS, le sigue y renuncia a sus egoísmos y comodidades poniéndose al servicio de quien le necesite y le pida ayuda, tendrá la recompensa de la gloria eterna.

No es el sufrimiento quien nos lleva a JESÚS, sino, por JESÚS, acepto el sufrimiento que la vida me depara tarde o temprano. Y en él encuentro la esperanza de darle sentido y valor en lugar de amargarme y desesperarme. En XTO.JESÚS, mi sufrimiento y dolor adquieren una dimensión salvífica y redentora. Por eso, cargar con nuestra cruz nos salva y dignifica si lo hacemos por, en y con JESÚS.

Que sepa, DIOS mío, entender los abatares de mi
vida como la circunstancia santificante que
me hace, en TI, darle sentido a todos
mis padecimientos y dolores 
como también a mí
alegrías y esperanzas. Amén.

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