Ocurre que muchas veces nos parece no encontrar respuesta a nuestra pregunta o petición al SEÑOR. Hay un silencio aparente que devuelve una callada respuesta. No vemos luz ni solución a nuestro problema. El silencio se vuelve quietud y pasividad, y todo parece inactivo y sin movimiento alguno que desactive nuestra preocupación o problema.
Me pregunto, nos preguntamos: ¿Dónde estás JESÚS, HIJO de David? ¿Por qué no escuchas mi plegaria? Pero, ¿estoy seguro que JESÚS puede atender y solucionar mi petición? ¿Cómo Pedro creo que me puede sostener sobre las aguas? ¿Confío, al menos con las fuerzas que mi pobre humanidad me puede dar? Son preguntas que pueden ayudarme a encontrar y medir el nivel de mi fe, y que, quizás, JESÚS espera, intencionadamente, a que maduren en mi interior.
Pero una cosa es segura, el SEÑOR siempre está pendiente a nuestra voz,¡es nuestro Hermano Mayor! y nos quiere hasta el extremo de entregarse por nosotros. Es nuestro salvador y redentor e intercede por nosotros al PADRE. Lo que a ÉL pidamos, en su nombre, el PADRE nos lo concederá. A nosotros sólo nos queda mantener nuestra petición firme, perseverante y constante como la Cananea.
Que mi fe no decaiga ni desfallezca. Que mi
voluntad sea firme y constante, y
aunque no oiga respuesta
ni atención, que
confíe en TI, SEÑOR. Amén.
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