miércoles, 7 de septiembre de 2011

BIENAVENTURADOS TODOS AQUELLOS QUE MIRAN AL CIELO (Lc 6, 20-26)


Porque el que mira al Cielo busca lo que es del Cielo, y en el Cielo está la Verdad. Pero el camino para llegar a él pasa por tener hambre y sed de sentirse pobre, humilde; hambre de justicia, amor y paz. Hambre de ser mejor y de compartir tus riquezas (de todo orden) con los que necesitan algo de ti. 

Porque todos tenemos algo que hace falta al otro. Si te miras, verás que tienes algo que otro necesita: compañía, habilidad, sabiduría, fortaleza, paciencia, conocimiento, inteligencia, verdad...etc. Los talentos han sido repartidos y no por cualquiera, sino por Aquél que es Infinitamente Justo. Y darlos a los demás, como ÉL nos la ha dado, todo de forma gratuita, es amar.

Bienaventurado, nos dice JESÚS hoy, cuando las dificultades del camino nos invitan a aceptarlas, pero en ÉL, con paciencia, con serenidad, con alegría interior, en paz, y con la confianza que estas dificultades nos harán crecer y madurar en la humildad. 

Porque cuando nos empeñamos, soberbia, enfrentarnos solos a nuestros propios problemas considerándonos fuertes y suficiente para ello, es cuando nos perdemos y nos destruímos, es cuando empezamos a construir Babel. Es cuando, el tesoro recibido de la vida eterna y gozosa, lo malgastamos y perdemos. Por eso, Bienaventurados cuando sentimos hambre de DIOS, porque en ÉL está contenido todo lo demás.

Ocurre que cuando en el camino encontramos piedras que nos insultan, nos provocan llantos y sufrimientos. Nos odian, nos injurian,, nos expulsan, nos procriben y nos expulsan por el nombre de JESÚS, que es la Verdad y la Verdad molesta, sintámosno Bienaventurados, porque ese día seremos recompensado en el Cielo. Es en esos momentos cuando realmente estamos en el verdadero camino, cuando experimentamos que atravesamos la puerta estrecha y que rechazamos la ancha.

SEÑOR, decía San Agustín que siempre estaremos
inquietos e insatisfechos. Y es verdad, nunca 
descansaremos hasta encontrarnos y 
descansar en TI, terminaba
diciendo él.

Pues, hoy te pido SEÑOR que avives esa
insatisfacción en mí y nunca permitas
que me aleje de tu Rostro y de
tu compañía. Que siempre
arde en deseo de
búsqueda de TI. Amén.

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