domingo, 13 de noviembre de 2011

¿QUIÉN SOY?

Mateo 25, 14-30: Parábola de los talentos

Esa es una pregunta que todos, aunque muchos no nos la hagamos, llevamos impresa en nuestro corazón. Depende, ¡nos va en ello el salvar nuestra vida!, por la sencilla razón que sólo aquello que se conoce se puede entender y corregir, y, por supuesto, lo que decimos, salvar.

Porque a partir de nuestro propio conocimiento podemos dar todo lo que somos y evitar aquello que, al menos, no debemos ser. Se hace preciso, pues, reflexionar, ahondar en nosotros mismos para saber quien ha derramado tanto amor en nosotros e infundido talentos y cualidades que, tal como la hemos recibido, hemos de devolverla. Son las reglas del juego, y como tal, están impresas en nuestra propia esencia del ser.

Nuestra felicidad pasa por multiplicar y arriesgar. No hay nada sin riesgo, todo cuesta esfuerzo y trae incertidumbre, inseguridades... Todos, decimos, queremos más, estamos llamados a multiplicar, a obtener ganancias y beneficios. Y nosotros no podemos ser una excepción.

Amar implica darse, ¿y qué vamos a dar? Indudablemente lo que somos y tenemos, y que lo hemos recibido gratuitamente. Así, tal como nos lo han dado, igual lo hemos de dar nosotros. Y verás, ¡eso si te lo puedo asegurar!, lo bien que te sientes luego. Seguro que tú también lo has experimentado.

SEÑOR, dame la sabiduría, la fortaleza y la paz
de saber derretir todo lo que en bruto 
he recibido por tu Gracia, y
devolvertelo, en
los hermanos,  
acrisolado
como el oro. Amén.

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