Mateo 7, 6. 12-14. «No den a los perros lo que es santo, ... |
A pesar de nuestras desilusiones o fracasos aparentes ante la nula respuesta de otros a nuestra predicación e insistencia porque conozcan mejor a Jesús. Incluso con un buen testimonio de vida y de acción sobre ellos. Si no hay buena voluntad e inquietud por querer cambiar y escuchar, nada podemos hacer.
Incluso, el Espíritu Santo respeta esa libertad de aquellos que consideran otras cosas más importantes y donde ellos pueden encontrar la respuesta a lo que buscan. Los perros y los cerdos, a los que se refiere Jesús, quizás hoy, en nuestro tiempo, no son aquellos que están lejos y fuera de la Iglesia. Esos no hacen caso y se muestran indiferentes a todo lo que huele a Iglesia, según ellos.
Posiblemente, los perros y cerdos, de los que habla Jesús los tenemos dentro mismo de la Iglesia, pues aún estando dentro, han cerrado sus mentes y corazones al Evangelio, corriendo un tupido velo. No van a irse, ¿abandonar su privilegiado puesto?
Sí, es posible que en muchos momentos tengamos esa impresión, la de estar rodeados de perros y cerdos que destrozan y pisotean tu Evangelio. Y eso mi y debe interpelarnos a todos, porque como ayer me sentía culpable de juzgar muchas veces, hoy puede tentarme la consideración de que yo no soy de ese grupo.
Señor, perdona todos mis desviados pensamientos. Purifica mi alma, defiéndeme del enemigo, lava con tu bendita Sangre todas mis heridas, confórtame con tu Pasión, y hazme un discípulo en actitud siempre de crecimiento, de perfección, para que sepa elegir la verdadera puerta. No la ancha, la laxa, por la que vale y cabe todo, sino la que busca el bien del hombre y cumple tu Voluntad. Amén.
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