(Mc 10,32-45) |
A la hora de seguir a alguien se plantean muchas cuestiones: el cómo, el por qué, qué compromisos... porque sabiendo la hoja de ruta determinarás determinarás seguirlo o no. Jesús nos descubre cuál es su camino, y los acontecimientos por los que va a pasar: «Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a
los sumos sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y le
entregarán a los gentiles, y se burlarán de Él, le escupirán, le
azotarán y le matarán, y a los tres días resucitará».
No hay nada oculto. Todo queda claro y los que están dispuesto a seguirle saben a que atenerse. No hay engaño ni demagogia, ni medias verdades. Este es el panorama: la cruz de cada día. Una cruz que se manifiesta en nuestro propio entorno. No hay que buscarla fuera sino dentro: la fatiga en el trabajo, las normales dificultades en la vida familiar y en las relaciones sociales, etc. También en las persecuciones, ofensas, martirios... Cada cual según sus circunstancias y situaciones que le ha tocado vivir.
No hay otra forma sino la del amor, amar hasta el servicio de dar la propia vida si es menester. Ahora, la pregunta cae por su propio peso: ¿creemos que en Xto. Jesús, y asistidos en el Espíritu Santo, podemos lograrlo? Tú tienes la palabra.
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