viernes, 17 de mayo de 2013

SER PERDONADO PARA PERDONAR

(Jn 21,15-19)


Por propia experiencia podemos experimentar, valga la redundancia, que nada mejor que vivir la experiencia del perdón para luego entender y comprender el perdón a los demás. Se nos hace muy difícil perdonar cuando nos consideramos fuertes, suficientes y virtuosos. No llegamos a entender que hayan personas débiles  e incapaces de cumplir o de no fallar.

Necesitamos, primero, pasar por esa experiencia para poder situarnos en la onda de ser perdonados y perdonar luego también nosotros. Alguna vez he escrito sobre el perdón expresando que, nos ayuda mucho a perdonar el caer en la cuenta cuanto nos perdona nuestro Padre Dios a nosotros. Estamos sostenidos por el perdón de Dios y por su Misericordia.

Pedro experimentó la necesidad del perdón en su triple negación, y esa necesidad le prepara y asiste cuando se enfrenta al perdón de los demás. También nosotros podremos perdonar a nuestros hermanos en Xto. Jesús si advertimos el amor con el que nos perdona nuestro Padre Dios. Amar al Señor es estar en la actitud de perdonar, porque el Señor nos ama primero y nos perdona por su gran Amor y Misericordia.

Precisamente, en ese perdón, hasta dar su vida por nosotros, descubrimos el inmenso amor que nos tiene. No es cosa solo de palabra, sino de vida y obras. Así debe ser nuestra vida, palabra y obra, y para ello debemos entender que necesitamos la Gracia de nuestro Padre Dios.

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