sábado, 27 de julio de 2013

APRENDER A DISTINGUIR LA SEMILLA Y LA CIZAÑA

(Mt 13,24-30)


No soy perfecto; lo confieso, pero sin embargo me cuesta a veces distinguir dónde está lo bueno y dónde lo malo. Hay situaciones comprometidas, oscuras y complelas donde la cizaña permanece muy escondida en la semilla. Es, entonces, cuando hace falta llenarse de paciencia, de humildad y apoyarse en la esperanza, para abandonados en el Espíritu, dejarse alumbrar, moldear y dirigir a fin de discernir bien y separar la cizaña de la semilla.

El mal está siempre al acecho; dispuesto a hacerse pasar por buena semilla y confundir con el objetivo de que el fuego también la alcance. Nuestro camino es una lucha de criba, de discernimiento y elección. Junto al bien también nace el mal y nuestro reto consiste en apartarlo y conservar siempre la buena semilla.

Para ello, el Espíritu Santo nos asiste, nos aconseja, nos fortalece, nos da sabiduría e inteligencia, a fin de elegir bien y saber separar lo bueno de lo malo. Por eso es indispensable caminar en el Espíritu, agarrados fuertemente a Él, y en actitud disponible y entregada.

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