Suele ocurrir que la costumbre se hace ley, e incluso, los valores se someten a la costumbre. Solemos oír con mucha frecuencia: "Siempre se ha hecho así...", y todo, incluso las personas quedan pospuestas a las costumbres de los antiguos del lugar.
Jesús se salta la costumbre, porque entre otras cosas no es ley. Y ante el asombro y perplejidad del fariseo anfitrión, le censura la hipocresía de cuidar lo externo y abandonar lo interno. Y eso no ocurre a nosotros hoy. Llevados por una falsa apariencia, cuidamos la presencia, la costumbre y la norma, y abandonamos la atención, el cuidado y las necesidades de la persona.
Nada es prioritario al amor y la justicia respecto al hombre, criatura y capricho de Dios. Todo está establecido para su servicio y su bien, de manera que lo que se anteponga a él no es correcto. Una vez más y aprovechando otras circunstancias y momento, el Señor aprovecha para dejar claro que lo primero es el Amor. De nada vale las apariencias, los cumplimientos y las oraciones, si lo que verdaderamente importa, el bien del hombre, queda desatendido y marginado.
Bien decía el Papa Francisco que da vergüenza lo que ocurre en Lampedusa. ¿Cómo podemos rezar el Padre nuestro y permitir que nuestros hermanos mueran ahogados sin prestarle ayuda? La limpieza interior origina también la exterior. Por eso, cuidar el interior es lo verdaderamente importante, pues lo exterior reflejará lo que se vive en el interior.
De la abundancia del corazón hablará la boca.
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