(Mt 11,28-30) |
La vida es dura. Dura para unos más que para otros. Experimentamos que hay mucha gente que sufre mucho durante su vida; otros han nacido en lugares conflictivos y pasan toda su vida en vilo, expectante y llenos de miedo; otros son explotados y sometidos a una vida de trabajos, sacrificios y carencias materiales de todo tipo... ¡y para qué seguir hablando!
La vida es dura, y es un misterio que unos lo tengan, aparentemente, más difícil y dura que otros. Sin embargo, me resisto a pensar que Padre Dios reparta de esa forma tan desigual la tarta entre sus hijos. Detrás de esa distribución hay un sentido que para unos son necesario más que para otros.
El dolor y las pruebas que cada uno tiene que experimentar y padecer son los altavoces que necesitan para despertar y levantar la mirada hacia el Padre Dios que les ofrece su salvación. Sin embargo, lo que me extraña es observar que hay personas que desorientadas, caminando sin sentido e incluso sufriendo no levantan la mirada y permanecen en la oscuridad.
Hoy escuché una frase muy bonita: somos portadores de luz, de una luz que nos ilumina el camino, pero que nosotros no queremos ver, e incluso la escondemos y no dejamos que nos alumbre ni alumbre a los demás. De cualquier forma, cuando sufres, tu dolor tiene sentido si vas con Él. No es tiempo perdido ni gastado en balde. Es tiempo bien fundido en oro de Gracia, porque con Él siempre vamos bien acompañados y la vida tiene futuro.
Tu paciencia es la prueba de tu fe, y tendrás la recompensa del Amor de Dios, pues el amor se prueba en las penas y tristezas, sobre todo cuando duelen. Él lo sabe mejor que nosotros.
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