(Mt 11,11-15) |
Sería innecesario la Muerte y la Resurrección del Señor si la fe fuese un regalo sin esfuerzo. Es un don de Dios, pero un don que tenemos que pedir, que buscar y que esforzarnos en arrancárselo a Dios. Porque Él nos lo quiere dar, pero nos exige lucha, esfuerzo y batalla.
La figura de Juan Bautista nos alumbra ese camino y, nos testimonia con su vida, la forma y manera de preparar el camino hacia el Señor. Se trata de una lucha sin tregua, pero de una lucha de la que sabemos solos los ganadores. Hemos vencido en Xto. Jesús, y no debemos desfallecer, porque estamos ungidos por el Bautismo, no de Juan, sino del agua y del Espíritu de Dios.
Por él, el Bautismo, somos investidos de sacerdotes, profetas y reyes, y fortalecidos para emprender la lucha y batalla de allanar los caminos, abajar montes y colinas, enderezar lo torcido e igualar lo escabroso. Toda nuestra vida será una guerra sin cuartel donde nos esforzamos en conseguir someter nuestra voluntad torcida, escabrosa, escarpada, desobediente, cómoda, egoísta, interesada, individual, orgullosa, vanidosa y soberbia en una voluntad unida e injertada en la Voluntad de Dios.
Pero, no estamos solos. No desesperes, que el Padre sabe de tus debilidades e inclinaciones. Nos ha sido enviado el Espíritu Santo, y Él nos acompaña, nos asiste y nos infunde fuerza y esperanza que genera ilusión y ganas de seguirle. En y con Él ganaremos esta batalla, la batalla de nuestra vida eterna y gozosa.
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