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(Mt 10,16-23) |
Nuestro sello es la persecución. Un cristiano se descubre
cristiano cuando es perseguido, porque eso desvela una lectura transparente y nítida
hasta el punto que vive el amor, al menos lo intenta, desde la justicia, la
verdad y la paz.
Amar es vivir contrario al mundo, porque el señor de este
mundo predica el desamor, la injusticia, el atropello, la mentira, la envidia,
la esclavitud y el enfrentamiento fratricidio del hombre contra el hombre. Por
lo que, cuando tratas de vivir en el amor te encuentras que vas río arriba y se
te hace difícil navegar.
No puedes navegar por ti mismo, ¡pero descubres que navegas!
¡No navegas sólo! Te acompaña el Espíritu de Dios, pero necesitas abrirte a la
corriente de su Corazón y a su acción. ¡Ven Espíritu Santo, llena mi corazón y
enciende en mí la llama de tu Amor!
Jesús nos deja claro el camino a recorrer y sus peligros.
Nos advierte y descubre lo que nos puede ocurrir, porque la Verdad está en
oposición a la mentira que vive este mundo en el que también nosotros, sin
pertenecer a él, vivimos.
Sin embargo, estamos liberados, por la Misericordia de Dios,
en su Hijo Jesús y la asistencia en nuestro caminar mundano del Espíritu Santo.
Repasando la historia de la Iglesia, Newman decía que «la persecución es la
marca de la Iglesia y quizá la más duradera de todas».
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