(Lc 18,1-8) |
¡Qué alegría y qué esperanza! No hay recetas, sino el secreto está en la insistencia. Se trata, no tanto de importunarte, Señor, porque Tú nos amas y quieres complacer nuestras súplicas, sino de no desfallecer e insistir en pedirte todo aquello que pensamos que necesitamos, y que, Tú, Señor, nos das en la medida que sirvan para nuestra salvación.
Tú nos conoces, Dios mío. Nos has creado, y sabes lo que realmente nos conviene y lo que necesitamos. A nosotros nos pertenece esperar y aguardar, con fe y confianza, en tu Justicia y Amor. Y nunca desfallecer ni dudar de que seremos escuchados y atendidos.
Tu Palabra es Palabra de Vida Eterna, y en ella ponemos todas nuestras esperanzas. Hoy, por si nos queda alguna duda, nos lo deja muy claro. La parábola del juez injusto, que vive de espalda a Dios y rechaza sus mandatos, nos lo explica claramente. Los hombres, muchas veces, hacen sus deberes por la insistencia que otros exigen sobre ellos. ¿Y Tú, Señor, cómo no nos vas a atender, si has entregado a tu Hijo Jesús a una muerte de Cruz para salvarnos?
Más claro agua. Danos Señor esa sabiduría que nos alumbre nuestra libertad y voluntad, para no dejar nunca de insistir y de pedirte todo lo que necesitamos, aunque veamos que, aparentemente, no nos la das, o no nos escuchas.
Nos basta tu Palabra, y hoy nos lo has ratificado y afirmado claramente. Gracias Señor.
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