viernes, 22 de enero de 2016

EL SEÑOR PROPONE

(Mc 3,13-19)


Es el Señor quien llama, y no eres tú quien dispones ser llamado. Jesús elige a aquellos que quiere que le acompañen. No nos lo exige, sino que nos llama y nos deja libres para decidir. La propuesta de Jesús está hecha, y a ti y a mí nos toca ahora responder.

De los doce elegidos, uno no consumó esa llamada, pues desencantado le traicionó. Posiblemente, también nosotros no le respondemos. Puede ocurrir que, quizás, no le oigamos bien, o no le escuchemos como se debe escuchar, o, quizás, no hagamos el necesario silencio para, atentos, encontrar su Palabra y enamorarnos de ella. Pueden ocurrir muchas cosas, pero, a pesar de todo eso, su llamada está ahí.

Tenemos un recorrido en este mundo. Hemos nacidos y sabemos que llegará un día nuestra muerte. Ese espacio de vida debe tener una finalidad. Porque hemos salido de un lugar para llegar a otro. ¿Y tiene esto sentido? En lo más profundo de nuestro corazón encontramos respuestas que nos alumbran a comprender que llegaremos a algún lugar. Y ese lugar no puede ser otro sino Dios.

Un Dios Padre que nos ha hablado por su Hijo Jesús. Se nos ha revelado, hecho Hombre, y nos ha mostrado el Rostro de su Padre en Él mismo. Jesús es el Rostro de su Padre Dios. Él nos ha amado sin condiciones y nos ha entregado su Vida para que entendiésemos la locura de amor de su Padre por cada uno de nosotros. Y ese amor pide ser correspondido, porque la corriente amorosa, al encenderse, devuelve también amor.

Quizás nosotros nos cerramos a que sea encendida, no dejándola penetrar en las profundidades de nuestros corazones. Cerramos nuestros grifos de amor y no correspondemos al amor de Dios. Y obviamos nuestras respuestas y nuestros compromisos y misiones a las que estamos llamados. Necesitamos abrirnos a la llamada del Señor, y a responderle a su Amor.

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