sábado, 13 de febrero de 2016

EL ENFERMO NECESITA MÉDICO

(Lc 5,27-32)

No tendría sentido ser médico sin enfermos, porque la finalidad y fundamental objetivo del médico es curar a enfermos. De esa misión nos habla hoy Jesús en el Evangelio, y se vale del hecho oportuno de ser invitado a comer a casa de Leví, a quién había previamente elegido momentos antes para convertirlo en auxiliar de su medicina.

Todos nosotros estamos llamados también a dejarnos curar, para, luego, contagiar esa salud corporal y espiritual a los demás. El virus del pecado se propaga con facilidad si no somos vacunados por la Gracia de Dios, del Bautismo primero, y por la asistencia diaria del Espíritu Santo. Necesitamos contagiarnos de esa Gracia del Señor para inmunizarnos del contagio mundanal del pecado que vive a su antojo en ese ambiente.

El camino cuaresmal nos invita a luchar contra esos peligros: mundo, demonio y carne. Y no lo hacemos, ni se lucha, aislándonos, sino desde dentro, curando, por la Gracia de Dios, esas heridas y enfermedades que ellos contagian y transmiten. Esas periferias a las que el Papa Francisco nos invita, por y con la Gracia de Dios, a transmitirles el Mensaje y buena Noticia de Salvación que Jesús trae y les ofrece.

No viene Jesús para enderezar lo que está derecho, sino aquello que está torcido. Y, por el pecado, todos nosotros estamos torcidos y necesitados de ser enderezados. Jesús es nuestra esperanza y salvación, y como Leví, queremos ser dócil a tu Palabra y responderte con un "quiero". Toma, Señor, mi vida y sálvala.

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