(Jn 16,12-15) |
El Evangelio de hoy es corto, pero muy claro y profundo: En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros».
Hace unos momentos pensé que a veces queremos forzar las situaciones e imponerlas, y experimentamos que no podemos. Quizás nos falta confiar en el Espíritu Santo y saber que es Él quien dirige y actúa. Ahora, el Evangelio nos aclara mucho de esto, pero ayer no lo sabíamos.
Y es que cada día se aprende algo, decimos, y, cuando estamos atentos lo experimentamos. El fruto necesita su tiempo para madurar. Así, también nosotros necesitamos tiempo para asimilar y asumir lo que el Señor quiere de nosotros. Y, por eso, el Espíritu Santo de la Verdad nos acompaña para asistirnos e ir iluminándonos hacia la Verdad completa.
Así, la Iglesia, formada por todos los bautizados y con el Papa a la cabeza caminará en la Verdad y hacia la Verdad asistida por el Espíritu Santo, que nos alumbrará, no por su cuenta, sino según oiga anunciándonos lo que ha de venir. Y qué hermoso lo que Jesús nos dice: Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: "Recibirá de lo mío y os lo anunciara a vosotros".
En el Espíritu Santo descansaremos confiados en su auxilio y esa confianza nos da seguridad y fortaleza para, a pesar de las dificultades y obstáculos que encontramos en el camino, seguir firmes hacia adelante y de la Mano del Espíritu hasta la Verdad completa.
Damos gracias y pedimos al Señor que nunca nos falte esa fe y confianza en el Espíritu Santo, para que, revestido de su mismo Espíritu, seamos fortalecidos y reconfortados en su Gracia.
Damos gracias y pedimos al Señor que nunca nos falte esa fe y confianza en el Espíritu Santo, para que, revestido de su mismo Espíritu, seamos fortalecidos y reconfortados en su Gracia.
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