viernes, 13 de enero de 2017

JESÚS VIENE A PERDONARNOS Y SALVARNOS

(Mc 2,1-12)
La salvación no está en este mundo. Aquí, ahora o después, tendremos que enfermar y morir. Y, cuando no es así, será por un accidente o tragedia. Lo cierto es que la muerte llega. Se trata, pues, de aprovechar este tiempo de Gracia para salvarnos después. Cuando hablo de después, es de la muerte en este mundo y de la resurrección. Eso es lo que importa y a lo que Jesús ha venido. A ofrecernos la Misericordia del Padre y a perdonar nuestros pecados.

Por eso, tiene toda la lógica del mundo que Jesús haya saludado a aquel paralitico que le presentan con: «Hijo, tus pecados te son perdonados». Porque lo importante es eso, alcanzar, por la Misericordia del Padre, el perdón de nuestros pecados. Y una vez más se descubre nuestra humanidad material, apegada a este mundo y pensando sólo en nuestra salud. Lógico también por nuestra condición humana, débil y pecadora. Buscamos a Jesús para que nos cure y no vemos más allá.

Es verdad que eso esconde una dosis de fe, pues quien no cree, no acude. Aquellos hombres, de forma generosa presentaron al paralítico a Jesús. Creyeron que Jesús le curaría, pero no advirtieron que el perdón de los pecados es mucho más valioso y la gran curación. Es esa misericordia y perdón lo que debemos buscar, porque por ella, la Misericordia, entramos en el Reino de Dios. Lo demás, aunque por nuestra condición humana lo buscamos, es caduco y tendrá su fin ahora o después.

Y Jesús, por nuestra torpeza y apego a este mundo, y viendo que los presentes no comprendían nada. Es más le acusaban de blasfemia, dejó muy claro quién era Él: « ¿Por qué pensáis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate, toma tu camilla y anda?’ Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados -dice al paralítico-: ‘A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’». 

Amigos y hermanos en la fe, no se puede decir mejor ni más claro. Jesús tiene poder para hacer lo imposible y para perdonar nuestros pecados. Y ese poder lo dará también a la Iglesia, que por ella también podemos ser perdonados. Reflexionemos sobre la verdadera salud. La salud de la Vida de la Gracia, por la que, en los sacramentos, podemos alcanzar la vida que verdaderamente interesa, la Vida Eterna.

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